opacan los ruidos molestos de la noche,
los
destellos lejanos me recuerdan
que los sinsabores no terminan,
que esta
minúscula garra de una voz
arma su palacio.
Esta atmósfera miente,
para lucirnos
a oscuras nuestras sombras de
provincia,
nuestro árbol profuso,
nuestro árbol profuso,
y sus florecillas
nos abren los labios,
llamamos a otra orilla,
nos callan las bravatas,
nos lastiman en silencio
como la brizna gélida atraviesa mi cabello,
y la noche solitaria
tiene esa mirada a hurtadillas,
tiene esa mirada a hurtadillas,
de un lugar remoto que visitamos juntos,
donde me esperas donde me hablas,
aunque lejana tu imagen está desnuda,
hay certeza en mi vida y mi pensamiento
aunque entre estas barandas,
rozas de algún modo el aire,
y el destello surge abrupto,
alegre y firme,
demasiado esplendoroso,
acaso,
para mi paso sencillo.
Y son tus ojos permisivos,
tu mirada diálectica,
tu silencio sereno
y tu invasión,
que me incendian la noche.
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